Educación emocional (II)

Aunque existe debate sobre cuál es el orden en que se producen, se acepta universalmente que las emociones se componen de tres partes: experiencia subjetiva, respuesta fisiológica y respuesta conductual.

La experiencia subjetiva puede provocar diversas emociones en una misma persona, y las emociones que cada uno experimenta pueden ser distintas. Por ejemplo, ante una pérdida o un desengaño, una persona puede sentir rabia y otra puede experimentar una intensa tristeza.

La respuesta fisiológica es el resultado de la reacción del sistema nervioso autónomo, que controla las respuestas corporales involuntarias y activa la conocida reacción de lucha o fuga (Fight or fly, que correctamente debería ser Fight, fly or freeze). Es fácil entender cómo esas respuestas fisiológicas inmediatas, asociadas a emociones básicas (como la sorpresa, el asco o el miedo) nos han ayudado a sobrevivir a lo largo de la historia.

El aspecto conductual es la expresión observable de la emoción. Puede incluir sonrisas, muecas, suspiros, y otras muchas reacciones, que dependen en parte de las normas sociales y de los rasgos de personalidad. Las respuestas conductuales son importantes para mostrar a los demás cómo nos sentimos, y se ha demostrado que también afectan al bienestar individual. La conclusión de varios estudios es que expresar las emociones en  respuesta a estímulos  es más saludable que reprimirlas.

Esto no quiere decir que sea legítimo (o recomendable) expresar siempre lo que sentimos. El aprendizaje del control de las emociones (la influencia del córtex orbitofrontal sobre la amígdala) tiene lugar a lo largo de nuestra crianza, y todos aprendemos cuándo nos conviene disimular, y cuándo podemos expresar lo que sentimos, sin ponernos en peligro .

Esto es lo que podríamos considerar que es la educación emocional, y se imparte en casa, en la escuela, en la calle, con la práctica de los deportes… No es necesaria ninguna asignatura específica porque toda la educación (formal e informal ) es educación emocional. No hay forma de separar las emociones (recordémoslo: unas respuestas complejas evolucionadas para interactuar eficazmente con el entorno) del aprendizaje, en cualquier ámbito.

¿Qué es lo que quieren decir con ‘educación emocional’? ¿Qué debe explicarse a los alumnos cómo deben reaccionar frente a todos los estímulos posibles? ¿Que se les deben enseñar cuáles son las “reacciones correctas” a unos determinados estímulos? ¿Qué es necesario asegurar respuestas “positivas” o “adecuadas” frente a los contenidos de las asignaturas? ¿Cuáles serían esas respuestas? ¿Y quién decidiría cuáles son las positivas o adecuadas?

La definición que he encontrado: “La educación emocional es una innovación
educativa que se justifica en las necesidades sociales. La finalidad es el desarrollo de competencias emocionales que contribuirán a un mejor bienestar personal y social” (Bisquerra, 2003), no proporciona respuestas claras a esas preguntas.

En mi opinión, el riesgo de que tal asignatura pueda convertirse en una herramienta más de adoctrinamiento ideológico, es elevado. A los humanos nos resulta difícil separar cualquier área de nuestra conducta de la ideología que profesamos. ¡De acuerdo! Pero al igual que el método científico se orienta a contrarrestar el sesgo básico de nuestro cerebro, que es darnos sistemáticamente la razón, la educación debería orientarse a transmitir conocimientos útiles (filosofía incluida: pensar bien  es muy útil), de la forma más distanciada de la ideología (y más aproximada al conocimiento científico) que sea posible.

Educació emocional (II)

Encara que hi ha debat sobre quin és l’ordre en què es produeixen, s’accepta universalment que les emocions es componen de tres parts: experiència subjectiva, resposta fisiològica i resposta conductual.

L’experiència subjectiva pot provocar diverses emocions en una mateixa persona, i les emocions que cadascú experimenta poden ser diferents. Per exemple, davant d’una pèrdua o un desengany, una persona pot sentir ràbia i  una altra pot experimentar una intensa tristesa.

La resposta fisiològica és el resultat de la reacció del sistema nerviós autònom, que controla les respostes corporals involuntàries i activa la coneguda reacció de lluita o fugida (Fight or fly, que correctament hauria de ser Fight, fly or freeze). És fàcil entendre com eixes respostes fisiològiques immediates, associades a emocions bàsiques (com ara la sorpresa, el fàstic o  la por) ens han ajudat  a sobreviure al llarg de la història.

L’aspecte conductual és l’expressió observable de l’emoció. Pot incloure somriures, ganyotes, sospirs, i moltes altres reaccions, que depenen en part de les normes socials i dels trets de personalitat. Les respostes conductuals són importants per a mostrar als altres com ens sentim, i s’ha demostrat que també afecten el benestar individual. La conclusió de diversos estudis es que expressar les emocions en  resposta a estímuls  és més saludable que no reprimir-les.

Això no vol dir que siga legítim (o recomanable) expressar sempre allò que sentim. L’aprenentatge del control de les emocions (la influència del córtex orbitofrontal sobre l’amígdala) té lloc al llarg de la nostra criança, i tots aprenem quan ens convé dissimular, i quan podem expressar allà que sentim, sense posar-nos en perill.

Això és el que podríem considerar que és l’educació emocional, i s’imparteix a casa, a l’escola, al carrer, amb la pràctica dels esports… No cal cap assignatura específica perquè tota l’educació (formal i informal) és educació emocional. No hi ha manera de separar les emocions (recordem-ho: unes respostes complexes evolucionades per a interactuar eficaçment amb l’entorn) de l’aprenentatge, en qualsevol àmbit.

Què és el que volen dir amb ‘educació emocional’? Que s’ha d’explicar als alumnes com han de reaccionar front a tots els estímuls possibles? Que se’ls han d’ensenyar quines són les “reaccions correctes” a uns determinats estímuls? Que cal assegurar respostes “positives” o “adequades” front als continguts de les assignatures? Quines serien eixes respostes? I qui decidiria quines són les positives o adequades?

La definició que n’he trobat: “L’educació emocional és una innovació
educativa que es justifica en les necessitats socials. La finalitat és el desenvolupament de competències emocionals que contribuiran a un millor benestar personal i social” (Bisquerra, 2003), no proporciona respostes clares a eixes preguntes.

En la meua opinió, el risc que una tal assignatura puga convertir-se en una eina més d’adoctrinament ideològic, és elevat. Als humans ens resulta difícil separar qualsevol àrea de la nostra conducta de la ideologia que professem. D’acord! Però igual com el mètode científic s’orienta a contrarestar el biaix bàsic del nostre cervell, que és donar-nos sistemàticament la raó, l’educació s’hauria d’orientar a transmetre coneixements útils (filosofia inclosa: pensar bé  és molt útil), de la manera més distanciada de la ideologia (i més aproximada al coneixement científic) que siga possible.

 

 

Educación emocional (I)

Las emociones han sido objeto de estudio de muchas disciplinas a lo largo de la historia. En las últimas décadas, la neurociencia ha estado en condiciones de aportar importantes clarificaciones al respecto, que hay que tomar en consideración, antes de aplicar el calificativo “emocional” a cualquier cosa, como si eso le conferirá un valor añadido.

El psicólogo estadounidense Paul Ekman, famoso por haber demostrado que la expresión facial de las emociones básicas es universal (todas las culturas las expresan de la misma manera), las define así: “Las emociones son un proceso, un tipo particular de valoración automática influenciada por nuestro pasado evolutivo y personal, en el que sentimos que algo importante para nuestro bienestar está produciendo, y un conjunto de cambios psicológicos y comportamientos emocionales comienza a hacer frente a la situación. ”

Compartimos los circuitos cerebrales responsables de las emociones, no sólo con los otros primates, sino con los mamíferos en general. Los centros cerebrales que las regulan suelen considerarse incluidos en el término funcional “sistema límbico”, que incluye estructuras como el hipocampo o la amígdala, estrechamente implicadas en la memoria y la expresión emocional, respectivamente. La función fundamental del sistema emocional es proporcionar una respuesta inmediata a los distintos tipos de situaciones en las que la rapidez puede aportar ventajas importantes (o la lentitud puede provocar pérdidas significativas). Por ejemplo, experimentar miedo, sin necesidad de completar todo el proceso que requeriría hacer una evaluación cognitiva -más lentamente de la situación, nos puede salvar la vida.

Las emociones no son detectores infalibles (después de habernos apartado de lo que habíamos tomado por una serpiente venenosa, podemos comprobar que no era más que un trozo de tubo de plástico), pero -como en muchos otros ámbitos- los errores por exceso (falsos positivos) son más convenientes que los contrarios. Si no era una serpiente y hemos huido, sólo hemos consumido unas pocas calorías extra. Si -por el contrario- era una serpiente letal, y no nos hemos apartado, habríamos perdido la vida.

Conviene destacar que se trata de un sistema, y ​​de unas estructuras cerebrales, que -lejos de ser exclusivamente humanas- compartimos con el resto de los mamíferos, que -lógicamente- se benefician igualmente de poseer un sistema de respuesta rápida. Como se educan las emociones? La respuesta simple es que no se educan. O incluso, que no conviene “educarlas”. Como sistemas automáticos de respuesta, no necesitan entrenamiento, y los principales beneficios que nos aportan derivan -precisamente- de su carácter automático, que es lo que les proporciona la capacidad de responder rápidamente.

¿Quiere decir esto que no aprendemos a controlar las emociones? En contra de lo que se pensaba antiguamente, las emociones y la razón no son actividades separadas. Ni siquiera son separables, como explica magistralmente Antonio Damasio en “El error de Descartes”. Una de se estructuras más emocionales del cerebro es el córtex orbitofrontal; la porción de la corteza prefrontal que se sitúa inmediatamente detrás de las órbitas de los ojos. Sus conexiones dirigidas a la amígdala son de carácter inhibitorio. Es gracias a esto que, cotidianamente, somos capaces de reprimir la expresión de impulsos que sí experimentamos, y no llegamos a expresar, como decir a nuestro interlocutor que la broma que ha hecho no nos hace ninguna gracia, o que no nos interesa nada la historieta que está contando.

Aprendemos a controlar las emociones mientras estamos haciendo otras cosas, como atender a un profesor, discutir con un amigo o jugar con un grupo de personas. Las reglas sociales, y diría que especialmente aquello tan descuidado actualmente como las buenas maneras (saludar cuando llegamos aun lugar, callar mientras otro habla, dar las gracias y decir ‘por favor’, …) son excelentes maneras de potenciar la influencia del córtex prefrontal (cognición, racionalidad, planificación …) sobre la amígdala (impulsos rápidos, expresión conductual de la emoción).

Cuando nos enfrentamos a una tarea difícil o costosa Por ejemplo, un problema de matemáticas con una solución que no es nada intuitiva), podemos aprender a superar la frustración con persistencia, en lugar de hacerlo con ira o con tristeza. Esto es educación emocional, y no requiere ningún tipo de focalización en la parte más emocional del proceso. Al contrario, la función del maestro sería centrar la atención sobre los aspectos más estrictamente racionales y procedimentales de la manera de resolver el problema.

Esto demanda, por parte del maestro, un conocimiento profundo de la materia, y una madurez suficiente como para servir de modelo. No hay, en cambio, ninguna especialización en el funcionamiento del sistema emocional, ni focalización en que debe sentir o cómo debería sentir el alumno. De eso ya se ha encargado la historia, tanto la evolutiva como la individual.

Los maestros sólo deben conocer bien su materia y sber como impartirla. En el transcurso de la evolución, el sistema de respuesta emocional de los humanos se ha desarrollado para ser moderadamente controlable por parte de la corteza prefrontal, que es -precisamente- la vía que hay que utilizar para incrementar el control emocional; una de las características de lo que tradicionalmente se ha conocido como maduración.

Educació emocional (I)

Les emocions han estat objecte d’estudi de moltes disciplines al larg de la història. En les últimes dècades, la neurociència ha estat en condicions d’aportar importants clarificacions al respecte, que cal prendre en consideració, abans d’aplicar el qualificatiu “emocional” a qualsevol cosa, com si això li conferira un valor afegit.

El psicòleg americà Paul Ekman, famós per haver demostrat que l’expressió facial de les emocions bàsiques és universal  (totes les cultures les expressen de la mateixa manera), les defineix així: “Les emocions són un procés, un tipus particular de valoració automàtica influenciada pel nostre passat evolutiu i personal, en què sentim que alguna cosa important per al nostre benestar s’està produint, i un conjunt de canvis psicològics i comportaments emocionals comença a fer front a la situació.”

Compartim els circuits cerebrals responsables de les emocions, no sols amb els altres primats, sinó amb els mamífers en general. Els centres cerebrals que les regulen solen considerar-se inclosos en el terme funcional “sistema límbic”,  que  inclou estructures com l’hipocamp o l’amígdala, estretament implicades en la memòria i l’expressió emocional, respectivament.

La funció fonamental del sistema  emocional és proporcionar una resposta immediata als distints tipus de situacions en què la rapidesa pot aportar avantatges importants (o la lentitud pot provocar pèrdues significatives). Per exemple, experimentar por, sense necessitat de completar tot el procés que requeriria fer una avaluació cognitiva -més lenta- de la situació, ens pot salvar la vida.

Les emocions no són detectors infalibles (després d’haver-nos apartat d’allò que havíem pres per una serp verinosa, podem comprovar que no era mes que un tros de tub de plàstic), però -com en molts altres àmbits-  els errors per excés (falsos positius) són més convenients que els contraris. Si no era una serp i n’hem fugit, només hem consumit unes poques calories extra. Si -per contra-  era una serp letal, i no ens n’hem apartat, hauríem perdut la vida.

Convé destacar que es tracta d’un sistema, i d’unes estructures cerebrals, que -lluny de ser exclusivament humanes- compartim amb la resta dels mamífers, què -lògicament- es beneficien igualment de posseir un sistema de resposta ràpida.

Com s’eduquen les emocions? La resposta simple és que no s’eduquen. O fins i tot, que no convé “educar-les”. En tant que sistemes automàtics de resposta, no necessiten entrenament, i els principals beneficis que ens aporten deriven -precisament- del seu caràcter automàtic, que és el que els proporciona la capacitat de respondre ràpidament.

Vol dir això que no aprenem a controlar les emocions? En contra del que es pensava antigament, les emocions i la raó no són activitats separades. Ni tan sols no són separables, com explica magistralment Antonio Damasio en “L’error de Descartes”. Una de es estructures més emocionals del cervell és el córtex orbitofrontal; la porció de l’escorça prefrontal que se situa immediatament darrere de les órbites dels ulls. Les seues connexions  dirigides a l’amígdala són de caràcter inhibitori. És gràcies a això que, quotidianament, som capaços de reprimir l’expressió d’impulsos que sí que experimentem, i no arribem a expressar, com ara dir al nostre interlocutor que la broma que ha fet no ens fa cap gràcia, o que no ens interessa gens la historieta que està explicant .

Aprenem a controlar les emocions mentre estem fent altres coses, com ara atendre a un professor, discutir amb un amic o jugar amb un grup de persones. Les regles socials, i diria que especialment allò tan descuidat actualment com les bones maneres (saludar quan arribem aun lloc, callar mentre un altre parla, donar les gràcies i dir ‘per favor’, …) són excel·lents maneres de potenciar la influència del córtex prefrontal (cognició, racionalitat, planificació…) sobre l’amígdala (impulsos ràpids, expressió conductual de l’emoció).

Quan ens enfrontem a una tasca difícil o costosa Per exemple, un problema de matemàtiques amb una solució que no és gens intuïtiva), podem aprendre a superar la frustració amb persistència, en lloc de fer-ho amb ira o amb tristesa. Això és educació emocional, i no requereix cap mena de focalització en la part més emocional del procés. Ans al contrari, la funció del mestre seria centrar l’atenció sobre els aspectes més estrictament racionals i procedimentals de la manera de resoldre el problema. Això demanda, per part del mestre, un coneixement profund de la matèria, i una maduresa suficient com per a servir de model.

No cal, en canvi, cap especialització en el funcionament del sistema emocional,  ni cap focalització en què ha de sentir o com s’hauria de sentir l’alumne. D’això ja s’ha encarregat la història, tant l’evolutiva com la individual. Els mestres només han de conéixer bé la seua matèria i sber com impartir-la. En el transcurs de l’evolució, el sistema de resposta emocional dels humans s’ha desenvolupat per a ser moderadament controlable per part de l’escorça prefrontal, que és -precisament- la via que cal utilitzar per a incrementar el control emocional; una de les característiques d’allò que tradicionalment s’ha conegut com a maduració.